
Terapéuticos
Pote de barro en el que a veces se guardaba la miel para ser aplicada.
La miel tiene muchas propiedades terapéuticas (Havsteen 2002). Se
puede usar externamente debido a sus propiedades antimicrobianas y
antisépticas. Así, la miel ayuda a cicatrizar y a prevenir infecciones
en heridas o quemaduras superficiales. También es utilizada en cosmética
(cremas, máscarillas de limpieza facial, tónicos, etcétera) debido a
sus cualidades astringentes y suavizantes.
La miel también se emplea en la medicina tradicional. Es un excelente
conservante natural. Sin embargo, no siempre es saludable. Debido a que
procede de flores silvestres, hay algunos momentos y lugares en los que
la miel producida por las abejas es altamente tóxica. Los rododendros y azaleas
producen un néctar altamente venenoso para los humanos, aunque
inofensivo para las abejas, que producen así una miel mortífera. En
algunas regiones del mundo las colmenas se vacían inmediatamente después
de la temporada de flores, eliminando cualquier residuo para evitar
envenenamientos accidentales. Existen historias del uso de miel venenosa
como arma de guerra en la antigüedad, pero no son corroborables. Dicha
miel venenosa es muy difícil de encontrar. La forma de la flor de azalea
hace que a las abejas le resulte difícil acceder al néctar, y en la
época en la que florecen hay casi siempre otras flores más atractivas
para las abejas.
Debido a su contenido de azúcares simples, de asimilación rápida, la
miel es altamente calórica (cerca de 3,4 kcal/g), por lo que es útil
como fuente de energía.
La miel no se echa a perder, es altamente perdurable, no caduca.
Gracias a su alta concentración de azúcar, mata a las bacterias por lisis osmótica. Las levaduras
aerotransportadas no pueden prosperar en la miel debido a la baja
humedad que contiene. Los traslados de cuerpos humanos en la antigüedad
se hacían sumergidos en miel; por ejemplo Alejandro Magno fue trasladado desde Babilonia hasta Alejandría en Egipto en el 323 a. C. y el de Agesilao II, rey de Esparta,
desde Egipto hasta su ciudad natal en el 360 a. C., utilizándose miel
para evitar la descomposición. El efecto preservante de la miel se debe a
su baja concentración de agua y es idéntico al que permite la
prolongada conservación de los dulces y de las frutas en almíbar donde
el alto contenido en azúcar disminuye el contenido de agua.
Las abejas añaden además una enzima llamada glucosa oxidasa. Cuando la miel es aplicada sobre las heridas esta enzima produce la liberación local de peróxido de hidrógeno